Encontrarse con un amigo de la infancia puede hacernos sentir muy bien o destruir nuestro autoestima completamente, según la situación.
Por ejemplo, ayer mi hermano se encontró con un amiguito de la pre adolescencia, con el que jugaba al fútbol a la vuelta de mi casa. El chico en cuestión era muy petizo, y mi hermano una bola de grasa. Literalmente. O sea, hoy por hoy, ataja muy bien porque era el gordito que siempre mandaban al arco. Bueno me fui, retomemos.
Resulta que después de casi 10 años sin verse, el amigo de la infancia había crecido unos cuantos centímetros, y mi hermano Federico, había adelgazado unos varios kilos.
Bien por ellos que al verse se dijeron como estaban, lo bien que les había ido, hablaron de las hermanas, de la familia, del perro, y se despidieron, diciendo en voz baja “mirá que bien que estoy che…”
Ahora vamos a mi caso. Fui a bailar el sábado con mis amigas del barrio.
Me puse zapatitos, una remera que le afané a mi hermana menor (que sin duda se viste muchisimo mejor que yo), me maquillé y me planché el pelo.
Voy a hacer una aclaración con respecto a mi pelo: soy rubia natural, luego fui colorada teñida y actualmente (como pueden observar en la foto de la derecha) soy morocha, también artificialmente.
Entré al boliche, Vilma Palma e Vampiros sonaba a todo lo que da, nosotras haciendo trencito como en los viejos tiempos. Si, nos divertimos haciendo trencito, o rondas, o toda la clase de estupideces que hacen “los grandes” en las fiestas familiares, con la corbata en la cabeza, mientras nosotros nos hacemos los cancheros mirando de reojo y mordiéndonos los labios.
Otra vez me fui.
Volvamos.
Fui a la barra a sacar un porroncito de cerveza, porque tanto baile, tanta jarana, tanto macho que no nos mira, con flequillo de costado, me dio sed. Me lo estaban dando cuando escucho un “Agus”, y miré al costado. La hermana menor (tres años menor) de una compañera mía del secundario, y una amiga de ella, estaban ahí. Mmmm… Mala señal que alguien tres años más joven esté en el mismo lugar que vos.
Nos saludamos con el “que haces tanto tiempo?” obligado, y le pregunté con quién había ido, “con mi hermana y las chicas” (lease por “las chicas” varias de mis compañeras del secundario). “Llevame que las saludo” se me ocurrió decir.
Hace fácil tres años que no las veo, y yo terminé el secundario hace cuatro.
Me encontré con tres de ellas. Una se había puesto de novia con un compañero mío, y estaba más flaca y mas linda que nunca. La otra había cambiado de novio, después de no-se-cuanto tiempo, y también estaba más linda. Y la tercera, realmente casi no la reconozco, pero para bien. En resumen, las tres se habían convertido en mujeres hermosas (por más lesbico que suene mi comentario).
Charlamos de cómo nos había ido, si estábamos estudiando, los novios, otras compañeras, etc.
Un comentario que me hicieron, que me quedó dando vueltas en la cabeza es “qué lindo que tenés el pelo” y “Te queda hermoso el morocho”. Gracias. Me levantaron el autoestima que venía en picada.
En sí no hubo muchas diferencias entre ellas y yo. Estábamos todas en una carrera, todas de novias, y por supuesto, todas más grandes. Más tetas y más culo, sobre todo.
En definitiva me retiré pensando que lindo volver a verlas, cuántos recuerdos juntas… y que lindas que estaban todas… y yo, salvo por el color de pelo, sigo igual. Más o menos gorda, mas morocha, pero igual.
En algún punto para consolarme llegué a pensar que era bueno, porque no cambié para mal. Pero seguir teniendo la misma cara de galleta a los 18 años no puede ser bueno nunca.
Esperen, acá no se termina mi desilusión.
Al rato uno de los chicos, que estaba con el auto (Aguante el Parrimóvil que nos lleva a todos lados) me dijo que se quería ir, y ya eran más de las 6 de la mañana, y no me quedaba más cerveza por tomar, así que lo seguí.
Salimos, él, un chico más y yo, y nos tocan bocina, desde un auto precioso, plateado, y… con cuatro ruedas como todos los autos, pero este era lindo. Miro, y otra de mis ex compañeras del secundario me saluda.
No, no iba en el asiento del acompañante, cerdos machistas. Iba manejando. Saludé, y seguí mi camino.
Una 22 con una sola bala, me hubiera venido fenómeno en ese momento.
Me subí al Uno de mi amigo (no vamos a menospreciar al hermoso Parrimovil), con una sola frase en la cabeza “si yo manejara mi papá me prestaría el Siena, y en ese momento me estaría subiendo al Siena, haciéndome la linda, con cuanto macho se me cruzara”. Pero los únicos dos machos que tenía cerca, eran mis amigos. Y para colmo, me conocen lo suficiente como para no poder hacerme la diosa.
En Resumen: Tengo casi 22 años, no estoy más linda que a los 18, lo único que cambié es el color de pelo, y encima no manejo.
Y mi hermano que se había ido contento del encuentro con su amigo.
Sólo me queda por hacer una última reflexión.
La próxima vez que me cruzo con alguna conocida de mi pasado… me voy disimuladamente, para el otro lado.
miércoles, 24 de septiembre de 2008
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2 comentarios:
Yo me fui contento....pero Nico tenia una super MOTO....no una Zanellita....UNA MOTO
Y ser gordito de chico me enseño a muchas cosas....por ejemplo, a comer
Fede
No boluda...¿Cómo te vas a hacer la boluda cuando ves a alguien?. Eso hace todo el mundo, yo cuando veo a alguien que no veo hace mucho tiempo voy, me instalo en su grupo, conozco a su gente, trato de hacerlo quedar bien y me voy.
Jajaajaj gran texto agus. Keepwritting.
^^
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